“A ti viajero, déjame ayudarte a viajar por Aysén Patagonia y mostrarte la magia de nuestra naturaleza… pero sobre todo enseñarte a que entiendas el silencio de tanta gente que habita en estas tierras tan lejanas” – Por Claudio –Max Rosso, en su libro “Cuentos y Recuerdos”, Aysén Patagonia.

El 16 de Noviembre de 1964, después de un largo vuelo desde el aeropuerto de Cerrillos, en un DC 3 Lan con escala en Concepción y Puerto Montt, llegué por primera vez a la Patagonia de Aysén. Tres días después cumpliría los 19 años.

Venía a la zona sólo por 6 días a encontrarme con mi padre, quien se encontraba ahí por razones de trabajo. Seis meses después volví a Santiago para comunicar mi decisión: volvería a la Patagonia para quedarme.

¡Hace ya tantos años de estos recuerdos!... algunos se van confundiendo con mis vivencias y sentimientos, pero pronto me fui cobijando, lentamente, al calor de tanta buena gente. Ya sabía andar a caballo, pero en esta etapa despertaría mi incondicional apego por estos animales. Recorrí la zona comprando animales en lugares apartados, que luego eran vendidos en Coyhaique y enviados al norte de Chile. Todo mi ser, toda mi existencia se fue impregnando entonces de bosques, cordilleras, pampas, lluvias, nieve y viento.

Me encontré con árboles centenarios, fastuosos, inmensos que crecían hasta el cielo buscando algo de luz, sol y vida. Cuántas veces, entre sus troncos botados solíamos cobijarnos al calor de una fogata, a la espera de un mejor tiempo, con un trozo de carne ensartada, tortas fritas en grasa y los buenos mates amargos, mientras nuestras mantas de Castilla recuperaban el calor.

Todo esto ocurría en largos momentos reflexivos, donde la esencia del ser humano se va descubriendo en prolongados silencios, sin palabras y con un cigarro en mano entendiendo lo que nadie te dice, nadie te cuenta ni nadie nunca escribe…

Me fui sintiendo así, parte de esta fauna, flora y la tierra de la Patagonia de Aysén, grandiosa, fría, dura, agreste pero de tanta belleza y calidez que muy pronto logró mi kafkiana metamorfosis para siempre… y para siempre. 

Vive la experiencia